Kristen Stewart (Los Ángeles, 1990) nos atiende durante el Festival de Cannes, para hablarnos de 'Café Society' y también exponernos su discurso crítico con la fama y el show business.
Para 'Café Society', Woody Allen le pidió que hiciera una prueba en vídeo para darle el papel. ¿Cómo le sienta tener que pasar por una audición a estas alturas de su carrera?
Me gustan las audiciones. Cuando consigues el papel, te sientes validada. Si no te hacen una prueba, puedes sentir que te quieren únicamente por tu atractivo mediático, por el dinero. No es fácil sacar un proyecto adelante. Hay directores que pasan décadas intentándolo. Y a veces tienen que sacrificar su visión porque un actor o actriz puede facilitarles conseguir financiación. No me gusta jugar ese rol. Prefiero pasar una prueba y sentir que soy la adecuada para los papeles que interpreto.
¿Cómo lleva el camino hacia la dirección?
Escribí un corto hace un par de años y es el momento de dirigirlo. Llevo queriendo hacer cine desde que tenía 9 años y he tenido la suerte de estar en rodajes increíbles, en los que toda la energía y el talento fluía de un modo casi sagrado. Sé lo que es comprometerse a muerte con la visión personal de un director y convertir en algo poderoso una película que sobre el papel parece una cosa pequeña y frágil. Y ahora quiero ser la catalizadora de todo eso, quiero sentir esa responsabilidad.
Hoy, las celebridades han perdido su aura mítica. Se han convertido en propiedad de sus fans. Son figuras rompibles, plásticas, perforadas. En el pasado, se tendía a idealizar a las estrellas. Hoy, la industria del espectáculo se ha convertido en un reality que funciona como una farsa, que sólo busca generar dinero y que no es real. Un show en el que te asignan un personaje y en el que tienes poco que decir al respecto. A nivel personal, la fama me ha dado la oportunidad de trabajar en una enorme cantidad de proyectos increíbles. Eso no lo cambiaría por nada. Sin embargo, existe una contracarga que, obviamente, no es agradable: no poder caminar por la calle tranquilamente, que la gente piense que te conoce cuando no es así, o tener que estar rectificando siempre tus palabras.
¿Piensa que existe un cierto sexismo en el mundo de la fama?
Creo que las mujeres tienden a juzgarse con dureza unas a otras. Es algo natural, animalístico. Pero, más que en la cuestión del género, la diferencia está en la vulnerabilidad de los actores y actrices en comparación con los directores de cine o los músicos. Como actores, la mayoría de veces no somos responsables de las cosas que decimos en pantalla y eso tiende a situarnos en una posición desventajosa. A nosotros se nos considera menos válidos, menos originales que otros gremios y profesionales del arte. Y tenemos que ser más correctos. Los músicos pueden decir lo que quieran y actuar con libertad. Ellos siempre hablan por sí mismos.
¿Qué sensación le dejó ganar el César a la Mejor Secundaria por 'Viaje a Sils Maria' (O. Assayas, 2014)? ¿Se siente más apreciada en Europa?
Aquello fue una locura fantástica. Me siento muy orgullosa de formar parte del grupo de actores y actrices americanos que han sido bienvenidos en Europa. Los directores americanos que me interesan tienen mucho en común con los grandes cineastas europeos. Son gente que no trabaja sólo por dinero, sino sobre todo, por el deseo de crear. Formar parte de ese mundo, de ese arte, es un gran honor.
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