Sobre la novela original, ambos directores comentan que a ellos desde siempre les había entusiasmado Bel Ami, e incluso estaban considerando adaptarlo al teatro cuando se adentraron en el universo de Uberto Pasolini. Donnellan añade: “La primera vez que leí Bel Ami fue una traducción, cuando yo tenía 18 años. Entonces ya me impactó, y creo que todavía hoy sigue siendo impactante”.
“Es una historia increíblemente subversiva. Es Guy de Maupassant en su estado más salvaje e irónico”, sigue Donnellan, que destaca la cantidad de temas vigentes que toca la novela. El otro elemento irónico de la historia es que pueden establecerse cantidad de paralelismos con la actualidad. Versa sobre la manipulación de los medios; un gobierno que invade ilegalmente un país árabe por sus recursos naturales y mintiendo a la gente; cómo los medios operan en secreto con otros poderes; sexo; fama; y también trata sobre cómo alguien puede llegar a lo más alto con realmente poco talento”.
Ormerod coincide en que la vigencia contemporánea de la película debería facilitar la conexión con el espectador a pesar de su ambientación histórica: “Está ahí, delante de sus caras. Es casi como si hubiese pasado ayer”. “Todo este mundo de fama y celebridad es especialmente interesante”, continúa Donnellan. “La gente cree que es muy moderno, esto de que alguien llegue a la cima con mínimo talento. Y va justamente de eso. Georges tiene un gran deseo de llegar arriba de todo, y ese es su talento. Los temas son increíblemente actuales. Este es uno de los factores que más nos entusiasmó de realizar esta historia. Está ambientada en la década de 1890, en París, pero podríamos aproximarnos incluso hasta llegar al presente”.
Rachel Bennette explica cómo trabajó en la adaptación de un cuento tan oscuro. “Creo que Maupassant es un gran realista, y en realidad no le interesan los cuentos de hadas ni las moralejas. Creo que solo quería poner un espejo ante lo que para él era la sociedad corrupta en la que vivía”. Sin embargo, prosigue: “Al mismo tiempo, se aprecia una gran honestidad en el libro sobre seres humanos y sus conductas. Así que, de algún modo, y aunque es oscuro y en ocasiones inquietante, creo que también aprecias que no hay hipocresía en el texto, ni siguiera se edulcoran las dificultades de la vida”.
“De hecho, Maupassant escribió el libro en una etapa en que sufría de sífilis, de modo que en aquel momento miraba a la muerte cara a cara –aunque creo que no murió hasta ocho años más tarde, pero sabía lo que le esperaba”, apunta Bennette. Creo que el libro está lleno de todo esto, de extremos, del miedo a la muerte y de la sensación de que la vida es brutal y vívida en este sentido. Pero a la vez existe una gran pasión por la vida, con lo que no puedes tener una cosa sin la otra. Creo que la oscuridad es esencial para la fuerza vital de este libro”.
Quizá es esta idea del autor enfrentándose a su propia mortalidad lo que conecta a la historia y lo que la hace tan pasional y sexy. Bennette continúa: “Lo que es interesante es que, para un libro con tanto contenido sexual, no es la sífilis la principal enfermedad que se puede encontrar en la historia, sino la tuberculosis. Pero creo que, en esencia, es el mismo principio. No aparece mención alguna al respecto –aunque aparecen prostitutas y todo este tipo de relaciones. Pero a la vez es obvio que la sombra de la muerte no deja de estar presente”.
Para Bennette, los retos de la adaptación de la novela fueron por partida doble, tal como explica: “Primero está el volumen de la historia, y el hecho de que la principal motivación del personaje de Georges está impulsada por la ambición, el poder y el estatus social, que no son en sí mismas ideas emocionales. No invertimos emocionalmente en alguien que quiere ser rico y poderoso de la forma en que lo haríamos con dos personas que se van a enamorar –naturalmente eso genera una rápida conexión emocional con el espectador. Así, antes que nada, es comprensible que con el personaje de Georges, ese impulso hacia la ambición no es solo un deseo nihilista de acumular y consumir, es un sentimiento más intenso de apetito por la vida, y su principio es llenarse de vida antes de morir. Por tanto, se trataba de reunir todos estos aspectos sin dejar de lado todos los elementos de la vida, como la ambición, la carrera personal, el ascenso al poder… desde la perspectiva emocional para que el espectador pueda entender lo que es su relación emocional con todos los factores que la componen.”
Bennette continúa expresando cómo la relación de Georges con Madeleine es lo que da sentido a la historia, en un sentido más amplio: “Tanto sus sentimientos hacia Madeleine como su relación con ella tienen que ver con la historia política, de modo que todas estas historias se acomodan en un marco emocional mayor, lo cual te lleva también implicarte en ellas. Y la cuestión del ritmo de la película es que la historia puede salir al galope y realmente no te da tiempo de preocuparte de nadie –la cosa tiene que ir de A a B. De modo que era cuestión de intentar entender cuándo podías contar la historia en letras grandes y destacadas, con grandes imágenes, o con grandes saltos temporales o grandes cortes; y cuándo debes pasar más tiempo con los personajes, cuándo les dejas hablar entre ellos y en qué escenas les dejas soltar el peso emocional”.
Rachel Bennette describe la forma en que Ormerod y Donnellan, dado su pasado teatral, fueron de especial ayuda para ella cuando tuvo que trabajar en los aspectos más grandes y amplios de la historia. La guionista comenta que “tenían un instinto especial para ese intenso y marcado coup de théâtre. En parte sentí que el detalle es lo que le da auténtica vida al libro, así que constantemente se cuestionaba lo que era demasiado y lo que era demasiado poco detalle; entonces, ¿cómo hallas el equilibrio entre los momentos de más detalle y aquellos en los que pasas por los grandes contenidos? Aunque la novela entra en detalles más específicos, también refleja momentos de narración con letras grandes y claras. El libro también pasa por ambas vertientes”.
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